De áurea micción
Días después, aquel de mis primeros amantes pasó a recogerme al colegio, para después retozar toda la tarde en su colchón. Dejé que consumiera en mí sus ansias pederastas durante horas y horas. Cuando ya se había saciado, le pedí que meara sobre mi cuerpo mientras yo me masturbaba con fruición; quería que mi última venida de esa tarde fuera bañada en su orín.