Minificciones

Dios te ama

Hijo mío: si alguien no te valora, ódiala; si alguien habla mal de ti, rómpele la cara; si le estorbas a alguien, quítalo a patadas. Sólo recuerda que yo sí te amo, aunque jamás suelte mis manos de tu cuello.

Atención ciudadana

Todos los días escucho teléfonos en mi cabeza, sin importar la hora. Ring-ring-ring. Atiendo las llamadas. Hay voces extrañas, gemidos, lamentos, maldiciones.

Alguien dice: “¡Abajo el capitalismo!”

Otro: “La muerte sabe a Prozac”.

Luego: “¿En serio crees en ese anuncio llamado fe?”

Más allá: “Nunca te amó, imbécil”.

Cuelgo.

Noches de copas

¡Demonios! Otra vez amanecí sin corazón.

Una voz angelical

¿En qué momento me convertí en un optimista? ¿Por qué tengo que compartir palabras de aliento a gente deprimida? ¡Cómo es posible que sienta tanto amor por el prójimo! Si yo era un alcohólico, mujeriego, vago y un desterrado de la casa de mis padres por haber abandonado la preparatoria. De la noche a la mañana me casé y formé una hermosa familia, a quien amo y llevo a la escuela y al trabajo. Tengo un despacho jurídico y vivo cómodamente. No dejo de alabar a Dios. Hago ejercicio y llevo una dieta balanceada. Los fines de semana me encuentro en picnics, plazas comerciales o en el templo. Claro, la voz de mi sensual, rubia y misionera esposa.

Más vale reír que llorar

Para ella es más fácil reír que llorar. Desde que nos casamos jamás la he visto derramar su llanto. Si mira a un perro aplastado o un gato electrocutado, ríe; si pierde algo de valor material (celular, anillos, reloj), ríe; si va a un velorio (familia, amigos, compañeros del trabajo), ríe; si me encuentra besando a otra mujer o tirado de borracho en la calle, ríe. Con ella todo es risa; conmigo todo es rabia, celos y amargura. Incluso cuando estoy por ingresar al quirófano para que me extraigan el tumor de la cabeza y los médicos le han confirmado que es poco probable que vuelva a la vida después de la cirugía, ríe. Así que no tengo más opción y me muero de la risa con ella.

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Con-sentimiento

Entre lágrimas y suspiros, ella le disparó a su novio en la cabeza. Él se lo ordenó en estado de ebriedad, ella lo hizo en sobriedad. Él estaba cansado de no saberla amar y ella de no dejarlo de amar.

El cuerpo del delito

¿Confiesa haber asesinado a su esposo?

Sí, señoría.

¿Por qué lo hizo?

Por obeso e infiel.

¿Y fue con el cuchillo?

Así es.

Pero el occiso no presenta ninguna herida.

Lo amenacé con cortarle los genitales y le dio un infarto al muy cobarde.

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