El Escuchón / 1

¡Mis huevos que! Si clarito se lo dije: “ya no hay nadie a esa hora, no seas pinche necio”. Pero no entiende el pendejo. Si ya era re tarde. Pero se le fue el tiempo en pitos y flautas. ¡Agarra la onda, jaja! Se hizo maje toda la tarde, dando vueltas a lo pendejo, y quería que lo atendieran como si nada. ¿Pos ni que fuera quién? ¿El presidente de la república? Que no mame. Y lo más cagado es que el vigilante, todo lagañoso, le dijo: “¿a qué hora lo citaron, mi joven?” Y él: “a las cuatro”. Y el vigilante: “ah chingá, sólo que sea del día de mañana”. Y él: “no se pase de pendejo pinche viejo mamón eh, bájele de huevos o lo descuento”. Y el vigilante: “te voy a bajar, pero la regla de un putazo, pinche chamaco baboso. Órale, a chingar a su madre”. Y él: “pos salte si eres tan machín, pinche viejo puto, se me hace que eres puro pico”. Y el vigilante: “lo que te voy a picar son las nalgas por pasadito de verga, pinche mocoso huevón”. Y él: “lo atravieso de un chingadazo, pinche ruco, a ver si muy verga. ¡Sálgase!” Y el vigilante: “mejor métete y acá dentro nos partimos la madre, pinche escuincle caguengue”. Y él: “la riata que”. Y el vigilante: “¡soplas!” Y él: “las nalgas”. Y el vigilante: “te las pico cuando salgas”. Y luego ya los dos, pinches locos, se empezaron a reír, así de huevos. A carcajearse, ahí enfrente de mí, pinches monos mamones. Y ya el vigilante cerró, sin decir nada más y sin hacerla de pedo. Y aquel cabrón se quedó ahí parado, todo pendejo, con su pinche foldercito bajo el brazo. Pinche güey: la caga. Ni modo que lo atendieran a las once de la noche, que no mame. Pos ni que fuera putero. Está bien que chingue, pero a su madre que la respete.

Carlos Pérez Bucio

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