El sillón
Mi mamá era un poco agorafóbica. No salía de casa más que para pequeños mandados y recorría únicamente rutas que no requerían el uso de ningún medio de transporte público.
A ella le gustaba, más bien, sentarse a leer sus novelas de puesto de revistas en el sofá de su sala. Tomaba café y comía galletitas de una lata. Así pasaba su tiempo libre desde que se jubiló.
Yo la visitaba casi todos los días, porque ella era muy solitaria. Le llevaba su despensa y cosas que no podía conseguir en los alrededores de su casa.
Cuando me dieron un ascenso y me mudé a las casas de la compañía, decidí que tenía que llevarla conmigo.
Era imposible que yo pudiese cuidarla en su casa que ahora estaba muy lejos, y aunque no era una persona frágil, sí necesitaba ciertos cuidados. Así que me preparé para una interminable discusión de por qué me debía acompañar, pero mi sorpresa fue que le gustó la idea.
Le ilusionó poder decorar la casa desde cero, así que cuando al fin nos mudamos nos fuimos a un bazar cercano y empezó a moverse con una agilidad que no le conocía.
En cuestión de días decoró su cuarto, la sala, y hasta puso plantas en el balcón para sentarse a leer ahí. Pero por meses no leía, solo salía, incluso un día tomó el camión.
No había rastro de la persona con miedo que yo pensé que estaba llevando a vivir conmigo. Todo lo contrario, empezó a activarse. Regaba las plantas por la mañana y saludaba a los vecinos que veía desde su balcón.
Los libros habían quedado un poco en el olvido. Perdió incluso la secuencia semanal de la novela Amor de Rosas, que leía desde hacía un año.
Sin embargo, un día, cuando volví, la encontré leyendo en un sillón. No sé a quién se lo compró, ni cómo lo trajo, y el sillón desentonaba con todo lo que había comprado para la casa, pero se volvió su lugar para pasar el día y de ahí no se movía más que para dormir.
Las pocas veces que la vi fuera de su sillón fue para ir a comprar otra novela, o para hacer de comer. Poco a poco fue regresando a sus viejos hábitos. Ya no saludaba a los vecinos, solo iba donde sus pies la dejaran. Nunca más volvió a tomar el camión.
Pasando unos meses empecé a escuchar ruidos de noche y cuando me despertaba para ver qué era, la encontraba dormida en su sillón, con las puertas del balcón abiertas de par en par.
Los días de calor la dejaba ahí, incluso con las lluvias débiles, pero cuando las tormentas azotaban era muy difícil hacerla entrar, y en ocasiones tenía que jalar todo el sillón con ella arriba.
Empecé a notarla más delgada, ya no comía, así que saqué un par de mesas de noche para almorzar con ella en el balcón. Daba apenas un par de bocados, porque sabía que si no lo hacía yo no me iría. Juraría que a veces la escuchaba hablando sola mientras lavaba los trastes.
Con el tiempo tenía que asegurarme de dejarle fuera una jarra de agua antes de irme porque si no ella no se levantaba a tomar agua.
Cierto día llegué y vi en la sala todas las plantas y decoraciones que había puesto en el balcón.
A pesar de todo, podía manejarlo. Cuando la invité a vivir conmigo me imaginaba algo igual de pesado, así que el hecho de que me haya dado unos meses de tranquilidad me pareció que merecía mi entendimiento.
Mas ni mi empatía pudo tolerar que un día llegara a la casa y viera en la calle las mesas en las que comíamos y donde le ponía agua, tiradas desde el balcón, abolladas y parcialmente rotas.
Subí rápidamente a preguntarle qué había pasado, pero la respuesta de mi madre fue que no combinaban con su sillón.
Enojado, traté de hacer que se levantara del sillón a la fuerza, para que pudiera quemarlo o arrojarlo a la basura o deshacerme de él.
Para mi sorpresa, al levantarla gritó de dolor. La piel de su brazo ya se había mezclado con el reposabrazos y, al ejecutar esta acción, se la arranqué, llenando de sangre el balcón. Ella gritaba y gritaba y yo trataba de parar el sangrado cuando lo vi. Sus piernas se habían combinado con las del sillón a modo de raíces. Se enroscaban por las patas, deformando sus huesos y dándole vueltas. Mientras, la sangre empezaba a ser absorbida por la madera del mueble.