Ahora estoy siendo otra vez “yo”
(Dos cartas de Antonio Ruiz “El Corcito”)
A continuación, se presentan dos cartas fechadas a comienzos de enero de 1926 y dirigidas a Merced Pérez Correa. Narran parte del viaje que “El Corcito” realizaría ese año a los Estados Unidos en busca de nuevos conocimientos. En esa época el arte mexicano despertaba gran interés en la unión americana y artistas como Miguel Covarrubias y Rufino Tamayo se encontraban en dicho país disfrutando de buenas galerías y mejores condiciones para exponer su trabajo.
Los datos consignados en esta nota fueron tomados de Antonio Ruiz “El Corcito” de Luisa Barrios, publicado por el Instituto Mexiquense de Cultura en 1994. Las cartas fueron proporcionadas por el artista toluqueño Manuel Barranco. Se corrigieron algunos errores de sintaxis y ortografía, y se agregaron los acentos y signos de puntuación necesarios para agilizar la lectura. Es posible que, antes de concluir la primera carta, la cual consta de dos despedidas, falten algunas líneas, o que el autor haya escrito una tercera misiva entre la primera y la segunda. Fuera de ese detalle, las cartas son perfectamente coherentes y guardan una clara ilación lógica.
1
A bordo del tren de El Paso a las 7:30 de la noche, y después de tomar mi coffee en el carro “Philetus” del jueves 7 de enero de 1926 —año emocionante—.
Mi Mechita querida:
Te escribo esta carta para que veas que no importa el lugar ni las circunstancias ni tampoco el tiempo para que yo te escriba como si estuviese en pleno México o en pleno Tacubaya (el tren se pone en movimiento, acabamos de dejar León).
Cuando llegue a Los Ángeles te escribiré más detenidamente, pues aquí hay un gran zangoloteo, pero a grandes rasgos te diré lo siguiente: hace ya varios días que deseaba salir, pero mi viaje se atrasaba involuntariamente, unas [veces] por asunto de las secretarías, otras por documentos que necesitaba para mis pasaportes; en fin, no podía salir y cada vez me entristecía más y me sentía de un humor espantoso. Sólo mis pobres hermanas me lo aguantaban porque son muy buenas conmigo. Por fin ahora salí. ¿Te imaginas la pena que tengo de dejarlas solitas? Escríbeles, Meche, y dales ánimo, pues han de sufrir mucho y ahora siento no habérmelas traído conmigo, pues me siento solo y aislado, pero no importa, al fin soy hombre. Vamos a ver ahora qué tal es mi suerte, juego un albur y sólo Dios sabe cómo saldré. Por supuesto que tú también estarás interesada en este juego de azahar (sic). ¿Qué le vas: espadas o bastos? Haber (sic) qué tal suerte tienes tú también, escríbeme y dime.
Mi viaje ha sido cansado, pues el tren cansa mucho y más a mí que soy tan inquieto y que gracias a la enfermedad de la pierna me volví algo paciente. Ahorita llegamos a Lagos, y en la estación hay una manifestación que espera al obispo de Guadalajara, es un aspecto precioso. Son las 8 y media, y del fondo alegre de la noche se destacan cientos de farolillos de colores de papel de china preciosamente combinados y una banda de indios tocan cosas regionales muy bonitas. No hace frío y la noche está completamente estrellada. Mi viaje ha sido aburrido y me vengo haciendo ilusiones de cuando venga con mi niña, qué lindo, ¿verdad? Acá viene una pareja de gringos de atiro (sic) cariñosos, nada más se ven y se ríen. También viene de compañero un señor que va a Los Ángeles con su hija y luego van a las Islas Hawäi (sic). Se ha hecho amigo mío y dice que es hacendado, político y quién sabe cuántas cosas más, pero me ha hecho el viaje más corto, porque es muy inteligente y muy pintoresco al hablar.
También te tengo que contar que me fui a despedir de mis tíos y mi tía me preguntó por ti. Le dije que estabas en N[ueva] Y[ork] y creía que eras americana y no le pareció, pero le dije que no, que eras del puritito “páis”, como dicen, nada más que de lo mero fino y entonces me pidió que le enseñara tu retrato, y como traigo varios en mi cartera, en el reloj y en la imaginación, se los presenté y te estuvieron contemplando. Me dijeron cosas alhagadoras (sic) de ti y cuando hubimos terminado mi tío me dijo que él sería nuestro padrino y mi tía me dijo que le avisara con anticipación para que nos diera un regalo y me dijeron que, aunque no tenían el gusto de conocerte, que te saludaban, porque creían que eras muy “mona” y yo les dije que no eras mona, que eras mi Mechita “recontramona”, ya verás.
¿Cómo te ha ido, chiquita mía? ¿Me has extrañado mucho? ¿No te has enfurruñado conmigo porque me he enojado?
Ya verás ahora qué vida tan distinta, pues ya es justo.
Tantos sufrimientos ahora serán de otra índole, en fin, no sé nada ahorita, ya veremos cómo pinta más tarde la cosa.
Muchas felicidades Mechita, ya me vienen a quitar la mesa porque están haciendo las camas. ¿Cuándo será el dichoso día en que en lugar de venir solo traiga a mi amorcito conmigo?
Figúrate que mi tío me ofreció que cuando me quiera llevar a mis hermanas que le avise para que él las vaya a dejar, aunque sea a El Paso, pues como es el médico en jefe de los ferrocarriles, tiene un carro especial y me dijo que así podrían venir más tranquilas.
¿Pero míralo qué picarón, cómo a mí no me lo ofreció, eh?
Pídele mucho por mí, Mechita, y no me olvides,
tu
Antonio
[…] tengo tranquilidad por eso, pues ¿tú te imaginas cómo se quedaron? Gracias a que las he enseñado a tener valor para las penas, no lo demostraron mucho, pero tú te imaginas el fondo, han de haber estado sufriendo mucho. Ya se me acabó la tinta.
Ayer me fueron a dejar a la estación mis dos hermanas y Bertita con su mamá, y Bertita me regaló una bolsa de galletas que ella misma hizo. Si vieras [que] me quiere mucho y es en verdad muy buena muchachita. Yo la quiero porque te quiere a ti, pues siempre me pregunta por ti, lo mismo que mis hermanas, y también quien me preguntó por ti fue Angelita Zamora, y me dijo que eres muy “mona nena”, que qué buena eres, el Doctor Jonatane (sic) se lo ha de haber contado, y él me dijo que te saludara.
Sabes cuánto te adora tu
Antonio
2
Enero 9 de 1926
Mi Mechita linda:
Te escribo esta otra entre Chihuahua y El Paso, probablemente hoy a la 1 como en El Paso y te pondré un telegrama. Hazme el favor de escribirme como te dije al consulado de México en Los Ángeles. Figúrate que he pasado unas noches pésimas, pues casi no he dormido, y anoche, cuando me dormí un rato tuve un sueño muy raro, pues soñé que estaba en Nápoles y veía a tu papá y me llamaba para decirme que te dijera que le mandaras dinero porque no tenía con qué regresar a México y estaba sentado en una escalera con los codos apoyados en las rodillas y lo veía muy preocupado. Por supuesto que te suplico te reserves el cuento éste, pues de cualquier manera es un sueño y no le vayas a decir nada a tu mamá, pues ha de seguir muy preocupada. ¿Tú cómo estás, Mechita? ¿Te ha sentado el clima? ¿Ya no te hace mella el frío? Yo me siento mucho mejor y estoy aumentando (sic) día a día. Ahora sí me voy a poner a pintar mucho y voy a hacer muchas cosas. Lo que es ahora, aunque me muera, no vuelvo a México. Si vieras cómo estuve desde que te fuiste, no era justo, pero tú probablemente te diste la gran distraída y yo me quedé haciendo el papel de guaje. Pero ahora estoy siendo otra vez “yo”, pues ya no era más que una piltrafa y nada más.
A la noche salgo a Los Ángeles en el “Sunset Express” que sale a las 9 y media de la noche y mañana a las 7 de la noche llego y a ver qué dice Dios. Es probable que vaya al Hotel “Nadeau” que me han recomendado como bueno y barato y te avisaré a dónde voy a parar. Allá te mando unas fotografías de las que saqué en el camino. ¿Qué sucede contigo, cuándo me mandas las que tú me ofreciste? Ya sabes que te adora con toda su alma,
Antonio
Antonio Ruiz “El Corcito” nació en Texcoco, Estado de México, el 2 de septiembre de 1892. Hijo de José Antonio Ruiz Ortiz y de Concepción Vázquez, quedó huérfano de madre a los 6 años y de padre a los 14. Tuvo dos hermanas: Luz María y Dolores, citadas en las cartas que a continuación se presentan.
Tras terminar sus estudios de preparatoria en el Instituto Científico del Sagrado Corazón de Jesús, en Morelia, se estableció en la Ciudad de México, ingresando en 1914 a la Escuela Nacional de Bellas Artes (Antigua Academia de San Carlos) para estudiar pintura y arquitectura. Ahí fue alumno de varios profesores célebres, entre los que se cuentan Saturnino Herrán —quien lo llamó “Corcito” debido a que pensaba hacerle un retrato a la manera de “El Corso” de Ignacio Zuloaga— y Germán Gedovius. Sin embargo, dejó inconclusos sus estudios para trabajar en diversos oficios.
En 1917 se desempeñó como dibujante de segunda y encargado de cartografía y fotografía en la Secretaría de Comunicaciones. Dos años después ascendió a dibujante de primera, cargo que ocupó hasta 1925. Colaborador de Adolfo Best Maugard, fue profesor de dibujo y trabajos manuales en el Departamento de Bellas Artes.
Animado por el viaje que su novia Merced Pérez Correa (destinataria de las cartas) realizaría a Nueva York e incitado por algunos colegas, “El Corcito” partió hacia los Estados Unidos en 1926 para perfeccionar su estilo pictórico y estudiar técnicas de escenografía cinematográfica en Hollywood. En 1927 regresaría a México y poco después comenzaría a exponer parte de su obra.
Entre 1935 y 1936 confeccionó varios sets cinematográficos para diversas películas, entre las que se cuentan Vámonos con Pancho Villa y Hotel Paraíso de Fernando de Fuentes, y se desempeñó como jefe del Departamento de Escenografía en la Compañía Cinematográfica Latinoamericana S. A. (CLASA).
En 1937 dos cuadros suyos se exhibieron en la legendaria Exposición Internacional de París y en 1940 fue incluido, con “Malinche” y “Orador”, en la Exposición Internacional del Surrealismo organizada por Wolfgang Paalen, César Moro y André Breton en la Galería de Arte Mexicano de Inés Amor.
En 1938 Antonio Ruiz fue designado Maestro de Artes Plásticas en la Universidad Nacional y Profesor de Enseñanza Vocacional en la Escuela Superior de Ingeniería y Arquitectura. Además, a partir de 1942 se desempeñó como director de la Escuela de Pintura y Escultura de la Secretaría de Educación Pública, ubicada en la calle Esmeralda, cargo del que se jubilaría en 1956, dedicándose desde entonces a confeccionar escenografías, escribir, pintar y colaborar con diversas actividades en el Seminario de Cultura Mexicana.
Tres años después de sufrir una embolia que lo dejaría hemipléjico, Antonio Ruiz “El Corcito” falleció en su casa, cerca de la Villa de Guadalupe, el 9 de octubre de 1964.