Algunas cartas de Saint-Exupéry a su madre
Antoine de Saint-Exupéry fue hijo de Jean de Saint-Exupéry (1863-1904) y Marie de Fonscolombe (1875-1972), nació el 29 de junio de 1902, en Lyon, Francia; su familia era de origen aristócrata, tuvo cuatro hermanos. Sin embargo, cuando sólo tenía 4 años, su padre falleció al sufrir una hemorragia cerebral. Tuvo una institutriz y estudió en diversos colegios católicos. Desde los 12 años sintió una importante atracción por los aviones, solía pasar el tiempo en el aeródromo de Ambérieu-en-Bugey, viendo dichos vehículos y charlando con los mecánicos sobre su funcionamiento. Tras concluir el bachillerato, intentó presentar en tres ocasiones el examen para la Escuela Naval, pero no logró ingresar. En 1921 realizó su servicio militar como mecánico, mientras tomaba clases particulares de aviación. Posteriormente, obtuvo la licencia de piloto civil y después la militar.
Aunque Saint-Exupéry es célebre en todo el mundo por El Principito (1943), cuenta con otras obras de importancia, tales como: Correo del sur (1928), Vuelo nocturno (1931), Tierra de hombres (1938), Piloto de guerra (1942), entre otras más. Sobre los tópicos constantes de su obra, Ángeles Sánchez Hernández apuntó: “los temas que ocuparon su pensamiento siempre tuvieron como centro al hombre y las inquietudes que le asaltan sobre su destino en la tierra”.
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El libro Cartas a su madre reproduce decenas de misivas de Saint-Exupéry a su progenitora –aunque también hay algunas para su hermana Didi (1) y su cuñado–, que abarcan de 1910 hasta 1944, desde que el autor de El Principito tenía 10 años hasta sus días finales. A lo largo de las misivas se pueden conocer otras facetas de Saint-Exupéry, la de hijo y hermano amoroso. Así, en estas epístolas se puede ver como la madre de Antoib lo apoyó de continuo en lo económico, pero más allá de ello, Marie de Fonscolombe le dio a su hijo un constante sostén vital. Por ejemplo, en una carta de 1925 le escribió: “[…] sepa, mamita, que usted llenó mi vida de ternura como nadie hubiera podido hacerlo, y que usted es el más “refrescante” de los recuerdos, el que más cosas despierta en mí. Y el objeto más insignificante, si proviene de usted, me inflama el corazón; su bufanda, sus guantes, protegen en realidad mi corazón” (143).
En otra carta, con fecha de 3 de febrero de 1936, Saint-Exúpery –cuando se encontraba tratando de batir el récord del también aviador André Japy, al volar de París a Saigón en menos de 98 horas y 52 minutos–, confiesa tener más preocupación por su propia madre, que por Consuelo Suncín (1910-1979), quien llegó a ser su esposa y de quien se ha hipotetizado pudo inspirar el icónico personaje de la rosa de El Principito:
Es terrible dejar detrás de sí a alguien que necesita de uno como Consuelo. Se siente entonces la enorme necesidad de volver para proteger y amparar, y uno se arranca las uñas contra la arena, esta arena que le impide cumplir con ese deber… y uno movería montañas, pero de quien yo tenía necesidad era de usted; era de usted la que me protegería y me ampararía, y entonces la llamé con un egoísmo de cabrita.
Regresé un poco por Consuelo, pero en realidad regreso por usted, mamá. Usted tan débil, ¿sabé hasta qué punto es ángel de la guarda y fuerte, y sabia, y tan llena de bendiciones, que le le elevo mis plegarias solo en la noche? (180).
Antoine le solía contar a su madre sus sentimientos, sus miedos, sus avances en proyectos literarios, así como sus lecturas. A lo largo de las cartas, el lector se entera de pormenores de los avances de Correo del sur, o Vuelo nocturno, así como la afición de Saint-Exupéry como lector de la Biblia, de donde el piloto gustaba de leer “Los Proverbios”, “El Cantar de los Cantares” y “El Eclesiastés”, las que declaró sus piezas favoritas de dicho libro; o su interés por autoras inglesas como Rosamond Lehman y Margaret Kennedy.
Otra interlocutora importante era su hermana Didi, con quien también solía compartir sus frustraciones, deseos e inclusos temas del corazón como lo muestra en esta carta de 1925:
Experimento cierto deseo de casarme y tener niños tan encantadores como el tuyo. Pero hay que ser dos y hasta ahora sólo he conocido una sola mujer que me gustó. […] Llevo una vida filosófica. Veo […] [a] mis amigos lo más posible. Tengo amigos encantadores, ésto me consuela. […] Mientras tanto espero encontrar alguna jovencita linda e inteligente y llena de encanto y alegre y sedante y fiel y… entonces no encontraré ninguna… (124-125).
De hecho, en otra misiva de 1927, dirigida a su mamá, incluye un párrafo que, aunque sólo se puede hipotetizar sobre sus vasos comunicantes con El Principito, resuena por la importancia de cómo describe a su amigo el camaleón y el concepto de “domesticar”: “He domesticado un camaleón. Mi papel aquí es el de domesticar. Me gusta, es una hermosa palabra. Mi camaleón se parece a un animal antediluviano, se parece a un diplodoco. Tiene gestos de extrema lentitud. Toma precauciones casi humanas y se abisma en reflexiones interminables. Por horas se queda inmóvil. Parece venir de las noches de los tiempos. Juntos soñamos por la noche” (154-155).
Finalmente, incluimos la última carta que Saint-Exupéry le escribió a su madre, misma que llegó a las manos de su destinataria un año después de la muerte de su hijo, quien, según los datos más recientes con los que se cuenta, habría perdido la vida cerca de Córcega, cuando se encontraba en medio de una misión de vuelo.
(Borgo, julio de 1944)
Mi Mamita:
Quisiera tranquilizarla con respecto a mí y que usted reciba mi carta. Estoy muy bien. Perfectamente. Pero tristísimo por no haber podido volver a verla desde hace tiempo. Estoy preocupado por usted, mamita, mi querida viejita. ¡Qué época desdichada!
Me apena profundamente que Didi haya perdido su casa. ¡Ah, mamá! ¿Qué hacer yo para ayudarla? ¡Pero que cuente conmigo para el futuro! ¿Cuándo será posible decir que se ama a quienes se ama?
Mamá, abráceme usted como yo la abrazo, desde el fondo corazón.
Antoine.
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El mundo actual, con el ajetreado y vertiginoso ritmo de vida, así como el auge de las nuevas formas de comunicación digital, ha puesto en jaque diversas costumbres que antaño eran comunes, como escribir cartas. No obstante, cuando uno puede acercarse a las epístolas o diarios de un autor, accede a otras instancias de su universo, y amplía el acercamiento a ese escritor, como el caso aquí glosado de Cartas a su madre. Treinta y cuatro años de la vida de St. Ex.
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Notas
(1) Sobrenombre de la hermana de Antoine, Gabrielle de Saint-Exupéry (1903-1988).
Fuentes consultadas
Saint-Exupéry de, A. (1955). Cartas a su madre. Treinta y cuatro años de la vida de St. Ex. Argentina: Editorial y Librería Goncourt, 1976.
Sánchez Hernández, Á. Aproximación a la figura y al pensamiento de Saint-Exupéry. Disponible en línea: “https://accedacris.ulpgc.es/bitstream/10553/4010/2/0234349_00006_0017.pdf”.
Última fecha de consulta: 1 de enero de 2024.
Originario de Ecatepec, Estado de México, es escritor, historiador y psicoterapeuta, pero antes que todo ello, lector.